Chincoya
Salvador Muñoz
Los Políticos
Don Beto se casó con su sobrina treinta años más joven que él, aproximadamente. Para muchos, fue un acto de amor y aunque fue así, nunca cohabitaron. Él estaba en su casa con su hija. Ella, a una cuadra, con sus hermanos y madre. ¿Dónde entonces estaba el chiste del matrimonio por lo civil? Muy simple: Don Beto, en ese acto de amor, compartió por esa vía, el derecho a la salud a su sobrina quien padecía cáncer y de esa forma, tuvo un tratamiento digno hasta el final de sus días.
Proteger a un ser querido está sustentado de un modo u otro en nuestras leyes, vía el Acta de Nacimiento, desde que se ve la vida. La educación bien podría ser otra forma de Protección. El matrimonio si bien en su acto, no se ve como una forma de amparo porque estamos más acostumbrados a Disney con su romanticismo, debiera en un momento dado de la vida conyugal, tratarse como una empresa con sus socios, en la cual, se tracen proyectos y metas en conjunto o impulsando a uno primero y luego, al otro… si hay hijos, habrá un tiempo en que se les involucre en los planes de esta sociedad.
Hay dos fases de la vida donde dicha protección no la veo tan asible como el acta de nacimiento y el matrimonio civil… la vejez y la muerte.
Si bien hay leyes que “obligan” a los hijos estar al tanto de sus padres, lo cierto es que también hay casos donde por un motivo u otro, los vástagos están ajenos a sus progenitores que acaban a la suerte de Dios y de las “pensiones” del Gobierno si bien les va…
Por otro lado, no estamos preparados para la muerte. Nadie piensa que se va a morir y por eso no se preocupa ni ocupa en un plan donde al fallecer uno o algún pariente (toque madera) haya una agencia que se encargue del papeleo, de la burocracia, del trámite, que muchas de las veces es tan confuso para el deudo porque su ánimo está en otro lado…
Todo esto viene a cuento por la propuesta de Matrimonio Igualitario que Morena y el PT llevan al Congreso de Veracruz.
A simple vista y con ese disney-romanticismo que hay en muchos sobre el Matrimonio, lo primero que se piensa es que podría haber uniones civiles entre homosexuales en Veracruz; en términos sin fobias, ya podría haber la sociedad entre dos personas (del mismo sexo) amparadas por los beneficios que otorga la Ley.
No me aparto de ese romanticismo, y por ello abogo a que es más importante entender que quien quiere a alguien y busca compartir vida a su lado, ha de querer protegerlo de un modo u otro y qué mejor que éste sea por la vía legal…
Y es seguro que a la propuesta del PT y en particular la de Gonzalo Durán Chincoya vengan exclamaciones como la más común “¿Y qué sigue ahora? ¿Adopción de niños por parejas homosexuales?”, reitero: pero ha de ser de lo más “normal” y parte de un proceso de entendernos más como personas que como hombre, mujer, homosexual o Lgbtxyz…
Recordemos pues, que al homosexual se le encasilló en salones de belleza, en antros, en cocinas y en espectáculos donde de allí, no podía salir; o bien en conceptos de marimachas, machorras, tortilleras y demás exquisiteces… los tiempos han cambiado, a tal grado que hoy tenemos un Diputado en Veracruz que pugna por el derecho de las personas a conformar una sociedad si así lo quiere, con otra persona de su mismo sexo…
En otros estados ya se llevan a cabo estos matrimonios y hay parejas veracruzanas que han tenido que acudir a la Ciudad de México a formalizar su relación que si se ve en materia económica, genera recursos a otra ciudad, desde los trámites propios, estancia, alimentos o en una de ésas, hasta fiesta… ¡vamos! hay que verlo también de ese lado…
A lo mejor, a estas alturas, sea tiempo de dejar el romanticismo del matrimonio en la unión por la Iglesia y empezar a darle otro concepto por lo civil, a esa alianza, a esa sociedad entre personas, cuyo fin sea la seguridad de ambas, la protección por las leyes de ambas, un proyecto o una empresa, de ambas… y si quiere, y si hay cariño, pensarlo así, como don Beto lo hizo con su sobrina…
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