Fin: empezar a esperar
TIERRA DE BABEL
Jorge Arturo Rodríguez
Aperitivo: “Hay que tener cuidado. La sociedad actual se cree que se sabe todo y en realidad conocemos muy poco. La humildad es fundamental”. (Valentín Fuster). Ni a nosotros mismos nos conocemos. Lo peor es que lo vamos transmitiendo a las siguientes generaciones.
Reza el refrán: lo que bien empieza, bien acaba. Parafraseando: lo que mal empieza, mal acaba. Quizás en algún momento o circunstancia lo que bien empieza, mal acaba o a la inversa. Vaya, ¿no hay mal que por bien no venga? Juego de palabras, lo más probable. Pero cada fin de sexenio muchos nos quedamos -y más los jodidos- nomás milando… Empezar a esperar. Entonces, las promesas, las propuestas sin sustento alguno, es decir, las ocurrencias políticas o sea la politiquería que mucho se da en México, vienen a convertirse en sueños guajiros -¿a qué le tiras cuando sueñas mexicano?; volver a empezar, otra vez, el combate a la pobreza, la inseguridad, la corrupción, la impunidad… Esto parece no tener fin. Como lo dijo Stephen King, en su cuento “El mal sueño de Danny Coughlin”: “Los sueños son como el algodón de azúcar: se disuelven sin más”.
Pero ahora sí, la última y nos vamos. Por poner un ejemplo. El próximo secretario de Salud David Kershenobich Stalnikowitz expresó que México no necesariamente será como Dinamarca, “(…) Que sea de Dinamarca [la salud] quiere decir que sea de calidad, con ciencia y que sea para toda la población, (…) vamos a tratar que todos esos aspectos, gratitud en el servicio y tener un servicio fortalecido para toda la población”. Que así sea… Y ojalá en todo.
Ya lo dijo Émile Zola: “Nada está nunca acabado. Basta un poco de felicidad para que todo vuelva a empezar.”
Los días y los temas
Un médico le dice a su paciente: “Usted es una persona sana, sus padecimientos están sólo en su mente…” A lo que la paciente le contesta: “¿Entonces es un tumor cerebral, doctor?”
Otro doctor le dice a su paciente: “Usted lo que tiene es una hipocondría muy grande”. El paciente, angustiado, le dice: “¿Y cuánto me queda de vida?”
¡Ah, la hipocondría! Por muchos padecida y por muy pocos entendida, mucho menos hacemos nada por sanarnos de ella. Que México y el mundo esté enfermo, quizás. Cada quien se dé respuesta.
Sara Navas, en su artículo “No sabemos estar enfermos, queremos curarnos en minutos: por qué somos cada vez más hipocondríacos”, refiere que el psicólogo Rafa Guerrero, director de Darwin Psicólogos y profesor en la Facultad de Educación de la Universidad Complutense de Madrid, “achaca este auge de la hipocondría a que la sociedad actual es compleja. El especialista en salud mental explica que hoy en día tenemos una vida poco predecible, lo que genera altos niveles de estrés; hay demasiada información que no sabemos gestionar y que tampoco está garantizada; surgen enfermedades de moda que descubren las redes sociales, y de su mano el miedo a padecerlas. Depositamos la capacidad de diagnóstico y evaluación en internet y patologizamos cualquier dificultad. Además, el ritmo de vida que llevamos en las grandes ciudades nos está pasando factura mental y físicamente”. (elpais.com, 09/06/24). No, pos sí.
El genial Woody Allen -hipocondriaco de corazón-, expresó alguna vez que “el más leve síntoma, por ejemplo, un labio agrietado, de inmediato me lleva a la conclusión de que debo tener un tumor en el cerebro, o bien un cáncer de pulmón. En una ocasión, pensé incluso que tenía el mal de la vaca loca”.
Un amigo médico me dijo que padecemos infodemia. Carajos, me meteré a Google pa’ ver qué madres es eso.
Lo cierto es que el mundo está loco, loco, loco. Enfermo de todo. Enfermo de enfermedad.
De cinismo y anexas
Hace años, Milan Kundera escribió: “¡Ya me dirá usted qué clase de día es el que empieza con semejante acto de violencia! ¡Qué puede pasarle a la gente cuando recibe diariamente, con la ayuda del despertador, un pequeño shock eléctrico! Diariamente tienen que acostumbrarse a la violencia y desacostumbrarse al goce. Créame, lo que decide el carácter de la gente son sus mañanas”.
Despierto mejor con el canto de los pájaros y el roce de la piel de mi amada. Cursi si así lo piensan, pero funciona.
Hasta la próxima.