Frasquitos de felicidad
TIERRA DE BABEL
Jorge Arturo Rodríguez
Aperitivo 1: “En Estados Unidos, en ciudades grandes y ciudades chicas, donde quiera hay problemas de seguridad. También acá en México. La realidad es que existe violencia en México y también en Estados Unidos.” (Ken Salazar). No, pos sí. ¡Qué alivio! Descubrir el Hilo Negro en tiempos violentos, ¿o no, Quentin Tarantino?
Aperitivo 2: Lo digo con Margarito Cuéllar: “Si la felicidad existiera la venderían en frasquitos”.
“Lo bueno es que ya se va”, dijo la chica. “¿Y lo malo?”, preguntó su compañero. Caminaban con calma en una ciudad desquiciada, en quincena. “Lo malo es que viene lo peor”, contestó ella, viendo a todas partes, incluso mirándome como si un servidor tuviera malas intenciones. Pero, carajos, no todos somos iguales. Calles abajo, calles arriba, por aquí y por allá, alumbradas o no, concurridas o solitarias, el miedo a ser asaltado, de todas las formas y tamaños, nos acorrala a diario. ¿O acaso tenemos la vida comprada o pacto con el diablo? ¡Ay, Diosito! Ya ni sabemos quiénes son los malos y quiénes los buenos. ¿Hay gente neutral? Sí; todas, todos y etc. Nomás necesitamos un empujoncito para un lado u otro y san se acabó… No es tan sencillo el asunto. Somos, en el fondo, tan impredecibles.
“Una palabra tuya bastará para sanarme…” ¿Será vía internet? ¡Por las redes sociales! En fin. El próximo 20 de marzo es el Día Internacional de la Felicidad. ¡Otra vez! A celebrar, ¿no? La mayoría de los mexicanos no tenemos gran cosa para festejar la felicidad. A cada paso que doy veo en las calles necesidades, precariedades, pobreza. ¿Somos flojos? ¿O en verdad es que el país está de la chingada? Queremos tapar el sol con un dedo… Taparle el ojo al macho.
Por cierto, el filósofo uruguayo radicado en México, Carlos Pereda, en entrevista a propósito del Diccionario de las injusticias (Siglo Veintiuno Editores y UNAM), recientemente editado, señala que “lo importante es ver la cultura machista (…). Detrás de los feminicidios, aunque cada caso es horrible y cada uno es una tragedia, hay toda una cultura que menosprecia a las mujeres.”
Luego, al cuestionamiento de que “hay un cansancio de la gente ante tanta violencia y horror. Eso hace que muchos volteen a ver a otro lado ante tanta injusticia, encerrarse en sí mismos”, Pereda expresa: “Sí, tienes razón, pero sospechoso que eso ha sucedido desde siempre. A todos de alguna manera nos fatiga enfrentar problemas. La mayoría de nosotros tenemos problemas personales y surge una inmensa fatiga. De alguna manera, los medios de comunicación masiva nos transforman eso que Hannah Arendt llamaba la banalidad del mal y nos dicen que el mal está por todas partes, que, de alguna manera, se nos vuelve banal. De ahí la importancia de decir que pese a esa fatiga debemos hacer que este nuevo feminicidio no sea parte de una estadística, no sea uno más, sino que de alguna manera nos despierte y no dejar de luchar”. Exacto, he ahí el detalle, Chato.
La ONU pregunta: “¿Qué significa la felicidad para ti?” ¡Uf! Ni idea. Si no me lo preguntan, lo sé; si me lo preguntan, no lo sé. Dicen por ahí, no sé dónde carajos, que para ser feliz hay que chutarse lo siguiente: “Sé agradecido”, “Cultiva la positividad”, “Conoce y usa tus fortalezas”, “Ten experiencia de ‘flow'” (para la psicología, “flow” es el estado que alcanza un individuo cuando está totalmente centrado en el disfrute de la actividad que está realizando. De este modo, sus acciones y pensamientos fluyen sin pausa), “Pasa tiempo con la gente que quieres”, “Haz algo por los demás”, “Ponte metas”, “Invierte en experiencias más que en cosas”, “Haz ejercicio” y “Medita”.
¡Sí! ¿Y todo eso cómo se come? Digo, eso de estar jodido no deja nada, ¿o sí? Yo sólo digo: sonrían y saluden siempre, mínimo, que la vida es corta y tenemos que andar o nadar, porque el barco se hunde si no actuamos a tiempo. ¿Hay tiempo aún?
Los días y los temas
Carlos Pereda, a la pregunta “¿Se puede lograr una sociedad menos injusta o es una utopía?”, responde: “Decir que es una utopía es decir que ya no tiene sentido escribir libros como este. Espero que se puedan lograr sociedades con menos injusticias, pero eso creo que va a depender de cada uno y de la cultura a la que pertenecemos. Acabo de tener una enfermedad y cuando terminó la operación me desperté y dije: ‘¡qué maravilla, estoy vivo!’ y creo que he dejado de ser menos pesimista de lo que normalmente soy. Hay una idea de que cada generación nos va a sorprender y hay que ver cómo nos sorprenden los jóvenes. El punto no es que uno puede apostar o no apostar por un mundo con menos injusticias, es que no hay alternativa. Uno tiene que apostar porque haya menos injusticias.”
Vaya, de hacer algo a no hacer nada… Ustedes dirán.
De cinismo y anexas
Sonrían y sean felices como lombrices, aunque, sinceramente, ¿las lombrices son felices? Va el chiste.
“Se encuentran dos viudas en un cementerio. Una muy feliz, limpiando la lápida de su marido y cantando como loca. La otra muy triste, a llanto tendido. Al rato, la desconsolada mira a la contenta y le pregunta:
-Ay, señora, ¿cuánto tiempo hace que enviudó?
-Seis meses- respondió en tono alegre la otra.
-¿Y cómo hace para estar tan feliz, si yo llevo 3 años y no he podido superar esta pena?
-¡Ay, mijita!, porque después de muchos años, es la primera vez que sé dónde está y quién se lo está comiendo!”
Hasta la próxima.