Expropiación petrolera y soberanía energética

PUNTO Y COMA

Por Yair Ademar Domínguez

Después del abandono en el que el sector fue dejado por los gobiernos neoliberales, México ha dado pasos agigantados en materia de soberanía energética. En tan solo cinco años, el gobierno del presidente Andrés Manuel López Obrador ha hecho lo que se dejó de hacer en al menos cuatro décadas. Se dice fácil, pero todo ha sido parte de la convicción de un gobierno por rescatar al país, por darle autonomía, por ponerlo a la altura de las circunstancias internacionales.

Al recordar que el 18 de marzo de 1938, el entonces presidente Lázaro Cárdenas del Río, firmó el decreto de la Expropiación Petrolera, el cual consistió en la apropiación legal del petróleo que explotaban 17 compañías extranjeras que tenían el control de la industria, para convertirse en propiedad de los mexicanos, no hay que olvidar que el proyecto político y económico neoliberal buscaba desmantelar PEMEX para entregar las refinerías al mejor postor, como chatarra.

Con esta acción, el Estado mexicano obtuvo el control total sobre la producción y comercialización del petróleo en territorio nacional, lo que ha permitido al gobierno de México tener recursos económicos adicionales a los que provienen de los impuestos, productos, derechos o aprovechamientos, que se han traducido en beneficios para los mexicanos. Muchos han querido minimizar este esfuerzo que ha sido toral para la soberanía de nuestro país.

Casi tres meses después de la Expropiación -el 7 de junio de 1938- se fundó la paraestatal Petróleos Mexicanos (Pemex), dotándola de las facultades necesarias para realizar todos los trabajos de exploración, explotación, refinación y comercialización del petróleo en nuestro país. Esta institución, rescatada por el Gobierno del presidente Andrés Manuel López Obrador, es estratégica para la soberanía de nuestro país.

En el marco de este acontecimiento histórico conviene reflexionar sobre cómo se han venido orientando los recursos y esfuerzos administrativos para alcanzar por un lado la autosuficiencia alimentaria y por otro, como lo estamos anotando aquí, la autonomía energética. No hay duda. México es poseedor ya de una soberanía petrolera. Por un lado, se fortaleció la Comisión Federal de Electricidad y por el otro se nacionalizó el litio. Todo esto con la finalidad de, insistimos, tener soberanía energética.

No podremos ser mexicanos libres, autónomos, independientes, si nuestros recursos están comprometidos por intereses extranjeros, lo que limita naturalmente nuestra autosuficiencia.

No hay que olvidar que, durante la renegociación del Tratado de Libre Comercio con Estados Unidos y Canadá, el mandatario mexicano y su equipo de trabajo logró quitar el capítulo que comprometía el petróleo del país en dicho acuerdo. Luego de las negociaciones se definió que “México se reserva su derecho soberano de reformar su Constitución y su legislación interna”, cláusula aceptada por las dos naciones norteamericanas, Estados Unidos y Canadá.

Además, las naciones integrantes del T-MEC firmaron que “México tiene el dominio directo y la propiedad inalienable e imprescriptible de todos los hidrocarburos en el subsuelo del territorio nacional, incluida la plataforma continental y la zona económica exclusiva situada fuera del mar territorial y adyacente a éste, en mantos o yacimientos, cualquiera que sea su estado físico, de conformidad con la Constitución Política de los Estados Unidos Mexicanos”, de acuerdo con la cita textual a la que dio lectura el jefe del Ejecutivo.

Conviene recordar todo esto en el marco de esta fecha conmemorativa. Somos hijos de nuestra historia, quien es madre y maestra. Si hemos logrado, con pasos agigantados, rescatar la industria petrolera, en pro de nuestra soberanía, no debemos permitir que nadie intente quitárnosla de nuevo. En estos hechos se está jugando nuestra libertad e independencia. No podemos permitirnos una regresión histórica.

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