No.2 Las congruencias e incongruencias son (in) humanas

Guadalupe Guerrero Dávila, Dra.

Muchos de nosotros anhelamos una sociedad pacífica, donde la violencia no sea una constante que nos acecha en cada espacio que transitamos cotidianamente, en donde las niñas, niños, adolescentes, mujeres y hombres nos movamos con la seguridad de vivir en armonía, tolerancia y respeto mutuo, pero ¿qué sucede? cuando a través de la educación formal, no formal y hasta informal, se promueven actos que reafirman las diferencias entre seres humanos, estableciendo roles y tareas para niñas y otras para niños, en razón de esta división por género, los niños no deben expresar sus sentimientos, deben mostrar valentía, seguridad, firmeza, belleza y si es blanco, es mejor,  “no llore como una niña”, “sea hombrecito y defiéndase”, “el corte de pelo, las cejas, la ropa deben ser propias de un macho”, “si le vuelven a pegar, le pego yo más fuerte”, ”el hombre es el proveedor del hogar”, “ya está en edad de conocer el sexo: llévalo a bautizar”.

Ante estas exigencias sociales los niños se van formando bajo las líneas de una “masculinidad” poco sensible, a las mujeres se les ve como inferiores, de escasa inteligencia, objetos de uso sexual, subordinadas a la fuerza, al saber masculino dominante, estamos en un mundo de “hombres”. Los resultados de esta “educación” que se da en casa, escuela, grupos de amigos, se convierten en designios sociales que traen graves impactos psicosociales, muy negativos para la convivencia social, por ejemplo derivan en altos porcentajes de violencia en el hogar, entre parejas de novios, entre esposos, compañeros de escuela, de acuerdo a datos del INEGI, en 2023 se reportaron 227  feminicidios y van en aumento.
En los contextos rurales los hombres envejecidos, continúan realizando su trabajo en la tierra, sin protección ante insecticidas y venenos que se usan en su labor, desapegados del cuidado de sí, expuestos y empobrecidos, se niegan a recibir atención médica. Los jóvenes toman riesgos innecesarios para probar su hombría, muchas veces perdiendo la vida.  
Quizá sea tiempo de reflexionar que las exigencias sobre los hombres no los hacen felices, ellos son víctimas de este sistema llamado “Patriarcal” (porque en diferentes hábitos el hombre tiene más valor que la mujer)  son víctimas de una educación conservadora que es necesario cambiar si es que buscamos un mundo donde podamos convivir juntos, en igualdad, paz y justicia.
Si revisamos la investigación realizada en EEUU, Inglaterra y México sobre las exigencias a los adolescentes, publicada en el documento “La Caja de las Masculinidades” que encontraremos en internet, podríamos contribuir a generar nuevas masculidades que liberen a los hombres de las cargas impuestas y favorezcan el respeto y la tolerancia…pero como dice Ana Belén y Victor M.
¿Qué te puedo decir, qué te puedo contar que no hayas vivido?.

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