¿Por qué lucha el feminismo?

Por Luis Guerrero
Correo: Luisguerrerosur@yahoo.com  

08032023.

El feminismo es un movimiento político, social, académico, económico y cultural, cuyo propósito es lograr que las personas nos percatemos, hagamos conciencia de las condiciones sociales permanentes de conflicto, dominación, explotación y en general de violencia -en todos los ámbitos de la vida comunitaria- para que a partir de este reconocimiento en el que se expresan las relaciones de poder, (observadas en una estructura o vínculo dominado-dominador, explotado-explotador), se emprendan las transformaciones sociales en aras de una convivencia pacífica y justa. Que restablezca todos los derechos, descarte la discriminación y cualquier forma de maltrato hacia las mujeres. 

Los cambios sociales a favor de la mujer, se centran en la búsqueda de la igualdad de oportunidades y en general en la igualdad entre los géneros, los cuales se entienden como el conjunto de ideas elaboradas por la sociedad que establecen comportamientos, roles y expectativas, a partir de las características biológicas que identifican al ser humano como macho o como hembra. Dicho género es asignado en el momento del nacimiento por la apariencia de los genitales, asimismo, la identificación con el género se establece entre los 2 o 3 años, cuando el niño se sabe y asume como perteneciente al grupo de lo masculino y la niña al de lo femenino.

El conjunto masculino ha sido considerado históricamente con mayores potencialidades, capacidades, destrezas, admitidas de manera recurrente como propias de su “naturaleza”, dicha perspectiva es toda una condición cultural que da lugar a un sistema social de dominación, que mantiene la subordinación de las mujeres y destaca el dominio masculino en todas las áreas: económica, política, académica, científica, cultural, social, sexual y familiar. Estas diferencias de género en que se piensa superior al hombre e inferior a la mujer, se conocen como patriarcalismo o sistema o estructura patriarcal, cuya equivalencia se entiende como “relación de género”, cuyatradición es de larga data; y permite observar hasta la actualidad, el preponderante “liderazgo” de los hombres en la institución religiosa, la familia, el gobierno, la organización social y en la empresa.

Este control que asume el hombre sobre la mujer, es una relación o estructura de jerarquías, basadas en creencias, “saberes”, costumbres, experiencias que se expresan como posición social superior, entendida como estatus, de la misma cualidad social que la clase o la raza, incluso dichas diferencias son planteadas, por absurdo que parezca, entrelas naciones, como desarrolladas o subdesarrolladas, en un pretendido intento de ocultar las relaciones de dominación y explotación.

Modificar las posiciones explicadas, de superioridad e inferioridad en un sistema de estatus, o dicho con otras palabras, el que se altere la posición de subordinación es desestructurar el poder, es un desplazamiento en la jerarquía tradicional, que pone inevitablemente en entre dicho, al polo dominador; particularmente si abordamos la estructurahombre/mujer, la modificación del modelo demandará actividades de “mantenimiento correctivo”, que se evidencian como violencia como expresión de fuerza, que en el caso específico de nuestro contexto reconocemos como machismo.

Las manifestaciones de fuerza, que consolidan el binarismohombre/mujer o relación heterosexual, es considerada la matriz primigenia del poder, el primer registro de la experiencia social, al que se le atribuyen significados y explicaciones diferenciales. En ese sentido, para comprender las características del género, los estudios etnográficos de los años 30 del siglo pasado, en tres diferentes grupos sociales, evidenciaron diferencias en la concepción del género, lo que demostró su carácter social, haciendo a un lado de una vez por todas, a la biología en ese su papel “determinante”; dicho descubrimiento es considerado como: la contribución antropológica por excelencia.

En razón de lo anterior, sale a flote el mito de las “cualidades naturales ” como expresión de las diferencias de capacidad entre hombres y mujeres, que al igual que el mito de los contrastes raciales, que ponen en el máximo nivel jerárquicoa la “raza blanca”, son llamados de atención, para dudar, estar alerta, para ser críticos de cualquier mito “religioso” o “científico” que inferiorize o estigmatice, que en todo caso, deben ser entendidos como “coartadas” para mantener las relaciones de poder, cuyo propósito abusivo, es el  de subyugar e instrumentalizar a quienes se ubican en el lugarde la subalternidad, con el empleo del único medio eficaz demantener diferencias:  la violencia indeseable, que no suele ser expresión de amor.

De aquí que lo que pretenden las mujeres, es que cesen las agresiones, las diferencias en el hogar, en la escuela, en el trabajo, se exige que se trate a las niñas, a las jóvenes, a las mujeres adultas y adultas mayores respetando su dignidad, observando sus necesidades, incluidas las afectivas. Lo que demandan las feministas, es otra forma de ser hombres, otra versión de masculinidad, que evite todas las formas de agresión , aunque no sean conscientes o deliberadas, que se suprima la violencia sicológica, la cual se revela como: burla, insulto, desvaloración, ridiculización, sospecha, intimidación, celos, chantaje, manipulación,  bromas, acusación, control de vestimenta o del arreglo personal, la descalificación de la actividad o el control de la sociabilidad, entre otras maneras de violencia moral que, por su sutiliza,  “naturalización”, cotidianidad y la dificultad para la denuncia, resultan ser el medio más eficaz de los mecanismos de control, sometimiento y de reproducción de la desigualdad.

Las feministas luchan para que “descubramos” que no se nace mujer, ni se nace macho, son construcciones sociales,“veamos” el mundo de forma diferente para que re-imaginemos a los hombres y a las mujeres, en una relación de igualdad de derechos y obligaciones, de respeto, de reciprocidad y complementariedad, reformemos nuestra forma de vida, para que estemos abiertos a las necesidades del Otro, se trata de ser sensibles a lo ajeno, es más que nada la búsqueda de una actitud ética, que se expresa en la disposición de incluir la perspectiva del oprimido en nuestra perspectiva. En ese orden de ideas, se repudia la humillación por la apariencia física, el menosprecio sexual, los señalamientos de ineptitud sexual, la descalificación profesional e intelectual, las restricciones en el discurso y sobre todas las cosas, el grito es para que cese la violencia física, cuya expresión más bárbara es el feminicidio que nos agravia, que nos denigra. ¡basta, no a la violencia!

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